Cada vez que viene el mundial de fútbol reaparecen mis más profundos y oscuros temores.
Un escalofrío recorre mi espina dorsal y se me mete en el alma, la angustia sustituye al aliento y mi ritmo cardiaco es tan irregular que no sé cuándo se va a paralizar el corazón o cuando explotara de pulsaciones aceleradas.
Debo aclarar que mi miedo es totalmente valido y justificado. 30 días de balones, penaltis, tiros de esquina y demás hierbas futbolísticas se ven siempre opacados con la sombra de la duda, la niebla de lo desconocido que nunca me deja ver completamente en paz los 90 minutos del deporte rey.
¿A que le temo?...
Tengo un terrorífico desasosiego al pensar que la copa del
mundo se va a acabar y tendré una enorme colección de franelas de equipos
eliminados. Calcomanías sin sentido. Gorras de países que nunca conoceré y un hígado
destrozado.
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